Hoy en el diario La Nación la madre de Cecilia Aguero dando testimonio del apoyo del Papa Bergoglio al trabajo de los vecinos en la construcción de los Mapa del Crimen Organizado.
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Sábado 16 de marzo de 2013 | Publicado
en edición impresa
Bergoglio, papa / Un religioso cercano a
la gente
Pequeños gestos que lograron grandes cambios en vidas golpeadas
Los conmovedores relatos de quienes
recibieron la ayuda y las palabras de Bergoglio en momentos difíciles
Por Evangelina
Himitian | LA NACION
Él les dio una mano cuando todo el mundo les daba
la espalda. La mamá de una víctima de la tragedia de Once, una mujer atrapada en
una red de prostitución, un toldero de una villa de Barracas, una madre del
dolor y una costurera a la que nadie le quería bautizar a las hijas cuentan
cómo un pequeño gesto del cardenal Jorge Bergoglio les cambió la vida. Conmovedores relatos de
cómo fue ser recibidos, escuchados y ayudados por el hombre que hoy se sienta
en el trono de Pedro.
En ese día, su vida había descendido al peor de los
infiernos. Tatiana Pontiroli, su hija de 24 años, llevaba dos días muerta, tras
el accidente en la estación Once. Mónica Bottega acababa de volver de
despedirla y, en esos instantes, comenzaba a asomarse al abismo de la terrible
ausencia. "Sentía que, en realidad, a nadie le importaba. Yo no había
perdido la cartera en el tren. ¡Había perdido a mi hija! Y mi pérdida se
disolvía en el tamaño de la tragedia. Mil cosas me pasaban por la cabeza",
resume Mónica, que es directora de un colegio parroquial en Libertad, partido
de Merlo.
Sin esperar encontrar nada en particular, revisó su mail y
allí descubrió la sorpresa. Un correo que llevaba la firma de Jorge Bergoglio le
devolvió el aliento.
"La emoción fue tan grande... A alguien le
importaba la vida. Alguien se acercaba a mi dolor. Nunca me voy a olvidar de
sus palabras, de su aliento. Sé que, probablemente se las haya dictado a
alguien, pero el sólo hecho de haberse acercado a mí en un momento tan difícil,
de haberse puesto en mi lugar y haberme dado ánimo, me ayudó a seguir
adelante", cuenta Mónica, muy conmovida.
Hace pocos días, ese encuentro virtual se volvió
real. Fue durante la misa que se realizó en la Catedral, al cumplirse un año de
la tragedia. "Nos esperó a los familiares en la puerta de la Catedral y
nos abrazó y besó a cada uno. Nos miró a los ojos, nos escuchó. Fue muy
significativo. Nosotros esperábamos algún apoyo de algún lugar importante y lo
hemos recibido de él", relata la mujer.
Cuando se enteró de que ese mismo hombre se había
convertido en Papa, Mónica no pudo sino estallar en alegría. "Bergoglio
reúne condiciones de todos los argentinos. Por fin no somos reconocidos sólo
por tener los mejores jugadores de fútbol o las mujeres más hermosas. También
por tener hombres de corazones brillantes. ¡Cuánta emoción!"
* * *
Desde la primera vez que se lo encontró a bordo del
colectivo 70, llegando a la villa 21-24, de Barracas, Darío Giménez supo que
Jorge Bergoglio era uno más de ellos. Un hombre de a pie. Darío tiene 43 años,
trabaja en una lonería como toldero y es padre de dos nenas, de 8 y 6 años.
"Una de las cosas más lindas que llevo en mi mochila es saber que él
bautizó a mi hija María José. Y no lo digo ahora porque sé que es Papa, ojo. Lo
dije siempre", relata con una mezcla de orgullo y emoción. Darío lo
conoció a través del padre Pepe, por medio de quien, él mismo hace 14 años, se
hizo cristiano y hoy es un fiel colaborador de la iglesia de Nuestra Señora de
Caacupé.
"Bergoglio es un hombre tan humilde que te
hace sentir bien. La última vez que vino, lo invitamos y se quedó a cenar con
nosotros. No teníamos nada muy elaborado, eran unos fideos con tuco, nomás.
Nunca me voy a olvidar sus palabras. De pronto, me miró a los ojos, y me dijo:
«Me gusta sentarme a la mesa de los pobres, porque sirven la comida y comparten
el corazón. A veces, los que más tienen sólo comparten la comida...». Me hizo
sentir tan bien", relata Darío.
* * *
Desde el día en que su hija Cecilia, de 24 años,
fue asesinada durante un asalto en el barrio de Versailles en abril de 2011,
Isabel Lobinesco dejó de ser ella misma, para convertirse en una madre del
dolor. Se enroló en esa lucha y participaba en cuanto cacerolazo había, iba a
todas las marchas, manifestaba su bronca contra la comisaría 44. Estaba
decidida a llegar hasta las últimas consecuencias. Un día, otras madres como
ella le pidieron al arzobispo de Buenos Aires que oficiara una misa por las
víctimas de la inseguridad en Liniers. Eran muchas. Y fue así que Isabel se
sentó en la primera fila de San Cayetano a escuchar a Bergoglio.
Apenas había empezado a hablar cuando Isabel
explotó en llanto. No podía parar, no lograba dominar sus emociones. El
cardenal no intentó seguir adelante. Al oírla llorar, interrumpió la misa, bajó
del estrado, se sentó a su lado y la abrazó. "Me dijo unas palabras al
oído que cambiaron todo, que me consolaron. Me dijo: «Dejala partir. Ella está
al lado de Dios. Él te va a dar todo el calor que necesitás». Algo se transformó
en mí con esas palabras y con ese gesto. Cortó la misa, delante de 300 personas
para venir a hablarme a mí. A consolarme", cuenta Isabel, en un relato
entrecortado por sollozos que apenas la dejan hablar.
"Fue una persona que me supo dar la peor noticia
de que mi hija no iba a volver, con el amor de un padre. Yo, que fui abandonada
por mi madre en la basura, que no soy dueña ni de la cama, sentí la fuerza de
ese abrazo. Estaba enojada con Dios por lo que había pasado y el padre
Bergoglio me reconcilió. Creo que si hay alguien en el mundo que reúna los
requisitos para ser Papa, es él", resume.
* * *
El día que Carina Ramos conoció al Papa no sintió
ninguna emoción. "Voy a escuchar a un cura más", pensó mientras
entraba a las oficinas de la curia porteña. Las puertas se abrieron y el
arzobispo de Buenos Aires la invitó a pasar a una oficina. Durante los últimos
14 años, Carina había estado en manos de distintas redes de trata de personas
en los cabarets VIP de Mar del Plata y Buenos Aires. Fue secuestrada, drogada,
violada y obligada a vender droga a los clientes. Cada vez que intentaba salir
y denunciar a la red que la explotaba, que involucraba desde policías hasta
altos funcionarios, acababa en una situación peor. Pasó por varios programas de
protección de testigos, pero la fuerza del sistema hacía que una y otra vez
quedara atrapada en las redes. Se había contactado con la gente de la ONG La
Alameda, y Gustavo Vera le ofreció que se entrevistara con Bergoglio.
Carina fue a la entrevista sin ninguna expectativa.
"Cuando me miró a los ojos, vi algo que nunca en mi vida había visto. Una
mirada santa. Le conté que creía que Dios me había salvado la vida en muchas
situaciones y no se rió. Yo siempre creí en Dios, pero cuando lo decía en mi
entorno, todos se burlaban, por mi condición", dice.
Bergoglio escuchó toda su historia sin objetar.
"Hace mucho que no voy a la Iglesia", se excusó Carina. "No
importa que no vayas a la iglesia, lo importante es que sientas a Dios en tu
corazón", le dijo, y le pidió que esperara en la oficina. A los dos
minutos volvió con una medallita de la Virgen de Desatanudos. Pasó sólo un año
desde aquella entrevista, y la vida de Carina ya dio un vuelco. Ahora vive con
su hijo adolescente en Mar del Plata. Logró alejarse de las redes de
prostitución, hizo un curso de peluquería y tiene trabajo. Además, se anotó
para terminar el secundario. "Le agradezco a Dios lo que viví, porque si
no lo hubiera vivido, no habría conocido al cardenal", apunta.
* * *
Olga Cruz es boliviana, costurera y madre de
Daniela y Micaela, de 16 y 8 años. Le hubiera gustado bautizarlas, pero un
montón de impedimentos se le venían a la cabeza cada vez que lo pensaba.
"Me van a pedir papeles, a preguntar si estoy casada, que por qué no las
bauticé antes, que tienen que hacer el curso de catequesis, que los padrinos
tienen que ser católicos", pensaba.
Una noche, cuando asistió a una de las misas que
ofició Bergoglio en la Iglesia de los Migrantes, en Constitución, se le ocurrió
pensar a lo grande. Se le acercó y le preguntó: "¿Usted me bautizaría a
mis hijas?". Lo hizo con tanta sencillez, que sorprendió a todos. Le dijo
que por supuesto. "Va a ser un honor." Le consultó a Olga si prefería
que el bautismo si hiciera en una iglesia o en el centro comunitario de La
Alameda, al que asiste la mujer.
Se optó por esta última alternativa. "No sabía
que fuera una posibilidad, pensaba que siempre los sacramentos se hacían en una
iglesia. «Donde está el pueblo y me necesitan, yo tengo que ir. No es necesario
que vengan a la Iglesia. Ustedes, nosotros somos la Iglesia», me dijo",
relata Olga. Bergoglio emitió un instructivo a los párrocos de Buenos Aires
para pedir que no interpusieran todo tipo de impedimentos a quienes se quieren
bautizar. "Vino en colectivo, las bautizó y ni siquiera resultó un
impedimento el hecho de que los padrinos fueran, uno ateo y otro judío",
destaca Olga, admirada.
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